Ya les he contado que Toño era un muchacho con mala suerte.
Un buen día, poco después del incidente de la excención, la mamá de Toño -harta de la oligofrenia de su hijo- decidió darle de comer lo que más le gustaba, Lomo de Cerdo. Y darle Lomo de Cerdo a su hijo significaba que lo mandaría al Pozo.
El Pozo era a donde las mamás mandaban a los hijos que ya nadie quería. Se trataba de un gran hoyo en el piso, lejos, en la punta de un monte, más allá del metro Mixcoac.
El Pozo era conocido por ser el lugar más cruel donde mandar a tu hijo sin amor, pues arrojaban al chico y se escuchaba un lamento, después el muchacho pasaba días sin comer, herido y solo, comiendo los restos de los chicos anteriores...hasta que llegaba otro chico, más fuerte, con menos hambre y dispuesto a lo que fuera por vivir más que el otro. Entonces se escuchaban lamentos día y noche y los niños temían pasar cerca del pozo y el olor a podredumbre se esparcía por todo el lugar.
Pues la madre de Toño decidió a bien llevarlo al pozo, hacía un bello día soleado y el clima no estaba demasíado húmedo, lo llevó caminando para no gastar en pasaje y en el camino le iba dando trozos de pan con lomo de cerdo.
Cuando llegaron al pozo, lo tomó de la nuca -como se toma a un perro- y lo arrojó, desde arriba su madre dejó caer algunas lágrimas de despedida y un trozo más de pan. Cuando regresó lo hizo también caminando y en el camino comió el resto del pan con lomo de cerdo que con tanto amor había preparado.