Tengo que admitir que había sido ignorante del término hasta ayer en la noche, cuando leía viejos posts de mi maestro ninja favorito de todo el Perú. Como jamás lo había escuchado, hice lo que cualquiera: lo googleé. Descubrí entonces que existen muchas y muy variadas definiciones de lo que es ser un hipster, algunas de las cuales son muy parecidas a lo que es un snob, un indie-gente o un condeche.
Sin embargo, casi todas las definiciones tenían en común el hecho de que una de las mayores características de un hipster es que jamás se saben hipsters o , peor aun, casi ninguno conoce el término hipster. Y en pocas palabras: tuve miedo. ¿Qué pasaría si descubría que yo era la personificación de lo que mi maestro el ninja más aborrecía? Luego de muchas horas de investigación lo supe; y con lágrimas en los ojos me vi en el espejo, horrorizada, mi mandíbula aflojada pendía inerte de mi cara en una expresión de indignación y una mano temblorosa cubría mi boca en una mezcla de espanto y sorpresa.
Yo era, indeed, medio hipster.
Sin saberlo, había caminado feliz por la vida, predicando mi amor por el buen cine, la buena música y los buenos libros, mientras sostenía un café y un cigarro y me había cortado el cabello frente el espejo del baño con mis propias manos inexpertas.
Perdóname Maestro, tu Padawan te ha fallado. No merezco ser Jedi ya nunca nunca, para siempre siempre.
24.6.10
21.6.10
Las letras quedan
Este que pasó fue un fin de semana difícil para las letras. José Saramago, premio Nobel de literatura en 1998, fue una voz universal; en sus novelas no se distinguen razas ni nombres, sus ciudades anónimas eran siempre intercambiables porque él exploraba la naturaleza humana. Era de Lisboa, pero pudo haber sido de cualquier ciudad, en cualquier país.
Carlos Monsivaís era muy diferente: periodista irónico, icono de nuestra facultad, de nuestra ciudad y de nuestro país. Era un crítico de todo, de la izquierda, de la derecha, de los de arriba y de los de abajo; la pluma era su aguijón y el humor era su veneno.
Ambos eran pensadores del hombre y de su mundo, este fin de semana los dos se fueron, pero las letras -como los gatos- se quedan.
"Y al día siguiente no murió nadie..."
Carlos Monsivaís era muy diferente: periodista irónico, icono de nuestra facultad, de nuestra ciudad y de nuestro país. Era un crítico de todo, de la izquierda, de la derecha, de los de arriba y de los de abajo; la pluma era su aguijón y el humor era su veneno.
Ambos eran pensadores del hombre y de su mundo, este fin de semana los dos se fueron, pero las letras -como los gatos- se quedan.
"Y al día siguiente no murió nadie..."
(wtf?):
Del adios,
Inapelablaciones,
Prodigios
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