12.5.10

Jus primae noctis

El señor feudal era un hombre alto, delgado y anguloso, de modales refinados.

Los recién casados lo miraron azorados, con un pavor no exento de respeto. "Vengo a reclamar mis derechos -dijo el señor suavemente- la primera noche me pertenece". Los aldeanos no se atrevieron a replicar. El blanco caballo sin jinetes que se encontraba junto al del barón relinchó nervioso, un soldado lo sujetó por las riendas y le acarició el cuello para tranquilizarlo.
El señor feudal sonrió. "Vas a venir conmigo al castillo, pichoncito, verás que te va a gustar". En seguida montó en su corcel y lo instó a dar media vuelta, alejándose en dirección del fuerte señorial, no sin antes haber hecho señas a sus guardias.

Los soldados entonces sujetaron al novio y lo montaron en el caballo blanco.

La novia se quedó llorando en la aldea.