Que alguien me dé descanso, que me arroje a un basurero, a un barranco lleno de serpientes, que me caiga encima como un puñado de arañas en medio de la noche. Que me dejen dormir.
Que se callen todas las voces, todos los gatos, que los metan en un saco y los pongan a dormir, que se los lleven al rio, que los lleven a la fábrica de violines.
Yo sé que vendrá, va a venir. Dichosos los que mueren en paz, como la cabeza que rueda tras la guillotina, pobre...pobre Marie Antoniette.
No me queda nada en esta noche eterna, nada más que el murmullo de una lluvia pasajera.
Y otra vez los gatos.