30.9.10

Once again...

Tiene mucho que no paso por aquí y es probable que ya nadie visite este humilde blog. Sé que si alguien regresa, debería al menos darle una explicación, pero ciertamente no la tengo. Me alejé porque no tenía nada decente que publicar y si bien es cierto que podía haber publicado cualquier cosa, sé que hacerlo habría sido una clara ofensa a su inteligencia, y si tienen la amabilidad de visitar este lugar creo que se merecen algo mejor.

Pues bien, heme aqui. La semana que viene estaré en un congreso en Guanajuato, rechazaron mi brillantísima ponencia sobre Seamus Heaney los hijosdeputa, pero igual iré para prepararles mis famosisimos brownies especiales con Chocolax. En otras noticias, no postearé nada la siguiente semana.

Sin embargo, ya que el comité seleccionador del congreso no consideró pertinente mi trabajo, creo que como este es mi blog, debo (y puedo) publicar el que considero uno de mis mejores trabajos. Lo pondré aquí resumido porque son como 10 paginas, espero que a ustedes sí les guste.

El Norte de Heaney: Poesía para una tierra dividida.
La poesía es una forma de usar el lenguaje para conocer el mundo y sus cosas. En muchas ocasiones y en muy diversas tradiciones, la poesía se ha ocupado de encontrar el misterio de aquello que se acostumbra vivir. La poesía es entonces un espacio para explorar la identidad cultural. En ella el escritor puede construir y cuestionar la manera en la cual experimenta su vida social, su historia, su lenguaje y el lugar específico en el que vive. Todos estos elementos se encuentran en la poesía de Seamus Heaney.

La voz poética de Heaney hubo de forjarse en un terreno hostil tanto física como literariamente, si tomamos en cuenta que pertenecía a una clase, una cultura y una religión tradicionalmente oprimidas; y que en su caso hay que considerar también que el concepto de tradición presenta una acentuada complejidad, puesto que desde su primer libro Preoccupations ya se había definido como un autor que habla y escribe en inglés, que enseña literatura inglesa, que publica en Londres y que, sin embargo, no siente la tradición inglesa como propia.

Sin embargo, para él la poesía es una forma de cavar en la memoria, la suya propia, la de sus padres, la del campo y la de sus antepasados. En sus poemas es posible encontrar elementos que remiten a la vida rural, a la historia familiar, a la historia nacional, al presente en el que escribe y a los mitos y tradiciones que identifica como propios.
Su libro North o Norte en español, es una compilación de poemas con los temas del amor a la tierra, al campo, a la familia y a la memoria como denominador común. Es uno de sus libros más crudos y honestos y es el primero en el que Heaney habla de los problemas vividos en la Irlanda el norte durante la década de los 60’s. Se trata de una colección conmovedora por su sinceridad y por la profunda tristeza que le provoca al poeta la violencia que vive su país y la división de su propia tierra. Fue pensando en ella, en la tierra, que escribió su poema “Anteo”, publicado en Norte:
Anteo
Cuando me recuesto en el suelo,
encendido me levanto como una rosa por la mañana.
En las peleas a propósito caigo
para frotarme con arena.
Eso me funciona
como un elixir. No me puedo destetar
del largo contorno de la tierra, de sus venas-ríos.
Aquí abajo en mi cueva,
amarrado con raíz y piedra,
estoy en la cuna de tinieblas que me engendró
y me alimento de cada arteria
como un pequeño montículo.
Que cada nuevo héroe venga
buscando a Atlas y a las manzanas doradas.
Deberá luchar conmigo para pasar
al reino de la fama
entre los del cielo y los de sangre real:
podrá arrojarme al suelo y renovar mi nacimiento
pero que no planee levantarme de la tierra,
mi elevación, mi caída.

En la mitología griega, Anteo era un gigante, hijo de la Tierra y de Poseidón, que invitaba a los que llegaban a su casa a luchar con él y después de vencerlos los mataba. Heracles, al toparse con él en su camino en busca de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, se dio cuenta de que cada vez que Anteo tocaba la tierra (su madre) recuperaba sus fuerzas y vencía a sus oponentes. Heracles entonces pelea con él, lo levanta sobre sus hombros y lo mata impidiendo que toque la tierra.
En su poema, Heaney retoma este mito con la tierra en un lugar fundamental y lo cuenta apropiándose de la identidad de Anteo. Pueden notarse las referencias a la tierra como el lugar del que se sacan fuerzas y la analogía que se establece entre ella y el cuerpo de una madre, con ello Heaney da voz a una figura que siempre había estado silenciada y oprimida, como la voz de Irlanda frente al poder de Inglaterra que impuso su lengua, sus costumbres y su literatura. Heaney vuelve a contar una historia ya sabida, la de Heracles y Anteo, pero al adaptarla a su situación específica nos obliga a entenderla de otra forma.
Como ya mencioné, para Heaney la poesía es como cavar en la memoria, no es de extrañar entonces que su primer poema se titule “Digging”, “Cavando”, el poeta observa desde su ventana, con pluma en mano, cómo su padre cava la tierra:
Cavando
Entre mi índice y mi pulgar
descansa la pequeña pluma; cómoda como un arma.
Bajo mi ventana un sonido limpiamente áspero
cuando la pala se hunde en terreno gravoso:
Mi padre, cavando. Miro hacia abajo
hasta que su forzada espalda, entre las flores,
se dobla profundamente, como hace veinte años
agachándose al ritmo de los ejercicios de las patatas
donde él estaba cavando.
La gruesa bota anudada en la lengüeta, la caña
contra la rodilla interior firmemente calzada.
Desenterraba grandes raíces, enterraba profundo el brillante filo
para esparcir las patatas que nosotros recogíamos
amando su fresca dureza en nuestras manos.
Por Dios, el viejo podía manejar una pala,
al igual que su viejo.
Mi abuelo podía cortar más turba en un día
que cualquier otro hombre en el humedal.
Una vez le llevé leche en una botella
apenas tapada con papel. Se enderezó
para beberla, luego continuó inmediatamente
abriendo y cortando prolijamente, arrojando césped
sobre su hombro, cavando profundo y profundo
tras la buena turba. Cavando.
El frío olor a moho de patata, el chapoteo y bofetada
de la turba empapada, los bruscos cortes de un filo
a través de vivientes raíces despiertan en mi cabeza.
Pero yo no tengo pala para seguir a hombres como ellos.
Entre mi dedo y mi pulgar
descansa la pequeña pluma.
Voy a cavar con ella.

Lo físico de las faenas agrícolas y su presencia activa, palpable, permanente en la memoria, aviva la conciencia del poeta; son varias las interpretaciones que pueden hacerse de este conocido poema, la más comentada es, sin duda, la equiparación que el poeta realiza de la actividad agrícola y la actividad poética, la línea de continuidad que traza entre la azada y la pluma, entre cavar la tierra y cavar el significado de las cosas.
Éste poema, aunque temprano, encerraba ya muchos de los ingredientes que se entrelazarían en sus diversas obras: su relación con la tierra, con los elementos que constituyen el paisaje, con la tradición familiar y de manera directa, con la figura del padre. Ésta última quedaría plasmada de forma clara y concisa en uno de sus poemas más conmovedores: “Follower”; “Seguidor”.
Seguidor
Mi padre trabajaba con arado de tiro,
sus hombros combados como vela tendida
entre las dos manceras y el surco.
Chascaba la lengua y los caballos jalaban con brío.
Un experto. Disponía la vertedera
y ajustaba la reja de punta acerada.
La tierra se apartaba sin romperse.
Al extremo de la hilera, con un simple tirón
de las riendas, el sudoroso par daba vuelta
y regresaba al campo. Su ojo
entrecerrado y en ángulo con la tierra
trazaba con precisión el surco.

Yo tropezaba a la zaga de sus toscos zapatos,
cayéndome a veces sobre los terrones pulidos;
a veces me llevaba sobre sus hombros,
y yo subía y bajaba con su tráfago.
Deseaba crecer y arar la tierra,
cerrar un ojo y afirmar el brazo.
Nunca hice sino seguirle
la ancha sombra por toda la granja.
Fui un estorbo, tropezando, cayéndome,
gañendo todo el tiempo. Mas hoy día
es mi padre quien trastabillea siempre
detrás de mí, y no quiere irse.

En este poema se hacen evidentes en principio dos cosas: la primera es que Heaney nos recuerda que él no siguió la tradición familiar de trabajar en el campo, la segunda, que el padre ha envejecido y que probablemente morirá pronto. Como en Digging, el poeta es siempre un observador. Sin embargo, es también visible el deseo que existe en el hijo de seguir los pasos del padre, de aprender las labores extenuantes del campo y de desarrollar los músculos y los callos del campesino.
Así pues, la poesía de Heaney, al igual que su patria, estaría siempre dividida. Entre el campo y la ciudad, entre católicos y protestantes, entre las labores físicas y las del intelecto, entre la figura del padre y la suya propia. Cuando subió al estrado a recibir su premio Nobel en 1995, dijo: “La poesía puede crear un orden fiel al impacto de la realidad externa y sensible a las leyes internas del alma del poeta” . Podemos decir entonces que Heaney halló por fin un equilibrio en la poesía, un equilibrio que contrarresta la hostilidad y la separación en el resto de su mundo.
La voz de Heaney transmite seguridad, tolerancia y entendimiento. No parece, evocando a Machado, que una de las dos Irlandas haya de helarle el corazón. Y es porque las fronteras de la literatura –en vez de oponer o separar- nos acercan, aunque estemos en mundos completamente opuestos.

Pues es esa, en fin, supongo que solo queria hacerles saber que Heaney es uno de mis poetas favoritos, si les gusta comenten y si no, pues también, what the hell, es un blog libre.