Todo había empezado con un ligero dolor de cabeza, se quejaba de vez en cuando de él, pero no hacía mucho por remediarlo.
Un par de meses después comenzó a tomar calmantes para el dolor, éste persistía y se hacía cada vez más agudo.
Cuando decidió finalmente ir al doctor, la condición era ya bastante grave, el dolor no le permitía dormir, comer ni trabajar. Sin embargo, el médico no pudo hallar el motivo del dolor, los estudios que le practicaban día tras día no mostraban ningún problema.
Un buen día lo hallé, se había disparado en la sien.
Ya no le dolía la cabeza.