Hace muchos años, mi hermana y yo estábamos acostumbradas a que mis padres se fueran en viajes muy largos, a veces duraban meses y ella y yo quedábamos a merced de mi abuela paterna, quien para nuestra desgracia no era la persona más grata que había en la familia.
Un buen día, mis padres partían a un viaje de 2 meses a Alemania y mi hermana y yo, acostumbradas ya a esto, los fuimos a despedir al aeropuerto. Mi hermana era entonces muy pequeña y no podía evitar el impulso tan humano de llorar al saber que no vería a sus amados progenitores en un tiempo. Mi abuela al verla llorar intentó consolarla como sólo ella sabía: "No llores nena, van a regresar, mejor guarda esas lágrimas para cuando yo me muera".
Mi hermana entonces dejó de llorar, la miró fríamente a los ojos y le dijo: "Cuando tú te mueras, yo no voy a llorar". Se secó las lágrimas de la cara, me tomó de la mano y nos fuimos en silencio a casa.
El tiempo pasó, mis padres se divorciaron y no viajan juntos más y mi abuela pues... simplemente se volvió más callada.