Y un día regresaron a la Tierra.
Nos enseñaron que no éramos ni animales, ni espíritus ni seres humanos. Éramos robots.
Robots de carne, pues habían utilizado ese material para fabricarnos. Nos habían modelado a su imagen, pero de forma grosera, muy aprisa, sin pulir los detalles. Ellos eran los únicos seres humanos del planeta. Se fueron hacía mucho tiempo y nos lo habían dejado. Porque eran indolentes y porque nos habían concebido trabajadores, hábiles, con conciencia profesional y ambición. Durante siglos y siglos, habíamos sido los forjadores de una nueva Tierra.
Pero habían regresado.
Y en la mirada sin vida que nos dirigieron no había ni gratitud ni indulgencia.