11.6.10

Libertad

Por fin soy libre. Pero la libertad me sabe agridulce.

Creo que no te das cuenta de muchas cosas cuando estás estudiando. Te levantas de mal humor cada mañana, maldices el tráfico, llegas a tus clases, tomas notas, piensas en lo molestos que son algunos de tus compañeros, en lo chistosos que son otros. Sales, comes algo, entras a otra clase y quizás al final del día tengas tiempo y ganas de ir a retozar a Islandia un par de horas antes de ir a casa a hacer los deberes. La misma rutina todos los días en los que saludas y te despides de tus amigos sin pensar en que probablemente no los verás de nuevo, porque sabes que mañana verás las mismas caras y escucharás las mismas voces.

Ubicas bien a la chica que siempre se sentaba hasta el frente del salón con su amiga, que casi nunca hablaba pero que todos consideraban muy linda. Sabes que no tienes ni que apartarle el lugar al chico que siempre se sienta a lado de ti porque los otros chicos del salón saben que ese es su sitio. Sabes que en cuanto llegue Diana será hora de platicar un rato, preguntarle cómo le fue en su examen del día anterior. Reconoces bien la voz de la chica con la que nunca sostuviste una conversación de más de 5 minutos, pero que secretamente siempre admiraste por su inteligencia y su talento para escribir ensayos, esa chica que era tímida y nerviosa, que siempre se tocaba el pelo y reía extrañamente cuando hablaba frente al salón.

Supongo que no me había dado cuenta de que este era el último semestre para la mayoría de esas personas, personas con las que quizás jamás hablé, pero que de alguna manera hicieron que me acostumbrara a verlas ahí, como sombras eternas, voces familiares que me acompañaban de lunes a viernes (y a veces también los sábados) de 8 a 2.

Para mí esto aún no termina, no tengo trabajo de titulación, ni servicio social y aún me falta tomar un seminario. Pero hoy una chica me hizo darme cuenta de cuánto voy a extrañarla; puede sonar estúpido puesto que jamás fue mi amiga, nunca platicamos por messenger, no conozco sus apellidos y no recuerdo jamás haber entablado una conversación profunda con ella. Pero hoy me abrazó con sinceridad y se despidió de mí.