Yo sólo lo vi alejarse.
Su pequeña espalda de alfeñique de 45 kilos y su cabecita de algodón se hacían más y más pequeñas en su lejana figura.
Las lágrimas rodaron.
Que tengo que irme, me dijo la mujer de los dientes extraños, que tengo que dejar mi casa y esta ciudad que amo, que debo dejar mi barrio y mis amigos...mi vida, vaya, me ha ordenado que deje atrás mi vida.
Y entonces recordé aquélla vez cuando no encontrábamos a papá por ningún lado y Mónoi y yo llegamos a la lógica conclusión de que papá se había hecho chiquito hasta convertirse en una pelusa para jugarnos una broma.
Hoy, papá se hizo tan chiquito que no podemos verlo.
Hoy, papá nos jugó una muy mala broma.
6 comentarios:
Eso solo puede recordarme al copo de nieve...
"hay que recargarle un ataúd cerca del escritorio... por si le dan ganas (o simplemente le toca) dar el paso al mas alla.
No puedo decir nada... maldita sea, eso no es justo!
"..." -es lo más sabio que puede decir un mimo-
Ehhh? estoy confundida ...
"..." imitemos al mimo
quisiera ser tan pequeño como una hormiga, y ser una hormiga.
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